jueves, 10 de marzo de 2011

Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad.

John Boswel: "Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad"
Información sobre el autor:


John BOSWELL, Cristianismo, Tolerancia Social y Homosexualidad, Los gays en Europa occidental desde el comienzo de la Era Cristiana hasta el siglo XIV, Biblioteca Atajos I, Muchnik Editores SA, Barcelona 1998, 604 pp. [Traducido del inglés por Marco Aurelio GALMARINI].

 John Boswell (1947-1994) fue profesor de Historia Medieval en la Universidad de Yale, Estados Unidos. Conocido por su gran erudición y su prodigiosa paciencia como investigador, poseía el valor de abordar, desde su posición de historiador, temas que provocaron acalorados debates y tuvieron profundas consecuencias dentro y fuera de sus ámbitos académicos.

Entre las obras de Boswell The Royal Treasure, The Kindness of Strangers y The Three Religions of Medieval Spain, además de Las Bodas de la Semejanza, publicada por Muchnik Editores en 1996.

John BOSWELL, Cristianismo, Tolerancia Social y Homosexualidad, Los gays en Europa occidental desde el comienzo de la Era Cristiana hasta el siglo XIV, Biblioteca Atajos I, Muchnik Editores SA, Barcelona 1998, pp. 9-21.


Prefacio

Es imposible escribir historia en un vacío. Prescindiendo del interés que tanto los historiadores como sus lectores puedan tener en evitar que los valores del presente contaminen su comprensión del pasado, es imposible ignorar el hecho de que, tanto el escritor como el lector, se ven inevitablemente afectados por los supuestos y las creencias de la época en que escriben y leen. Dado que muchos de los temas que este libro enfoca, en tanto que problemas históricos, suelen considerarse hoy principalmente como cuestiones morales, y puesto que en general se da por supuesto que la importancia social que revisten deriva de las tradiciones morales que les conciernen, sería imposible presentar un solo argumento persuasivo a favor del significado esencialmente social de tales fenómenos si no se examinaran, y con cierto detenimiento, los textos y las opiniones morales que se supusieron decisivos a la hora de establecer las actitudes occidentales ante ellos. Habrá que tratar en detalle a los tan extendidos prejuicios concernientes a la causalidad histórica; es imposible refinarlos mediante el silencio prudente o alterarlos por la simple afirmación de lo contrario. Si en general se supone que los textos religiosos fueron el origen de un prejuicio medieval, es menester analizar cuidadosamente su papel en la determinación de la actitud en cuestión; si se supone que las ideas de la escolástica sobre un tema constituían la respuesta inevitable a la fuerza de la tradición cristiana precedente, el historiador que desee presentar una alternativa de explicación diferente debe examinar con todo detalle la fuerza de la tradición previa. Sólo si puede demostrar que el argumento de las opiniones cuestionadas es insuficiente, podrá esperar que su argumento alternativo adquiera verdadera gravitación.

Por otra parte, no es competencia del historiador alabar o condenar, sino meramente registrar y explicar. Este libro no tiene la finalidad de apoyar ni de criticar ningún punto de vista contemporáneo particular –científico o moral– en relación con la homosexualidad. Allí donde se han presentado extensos análisis de las argumentaciones contra el comportamiento homosexual, se persiguió un doble propósito: en primer lugar, demostrar que, a menudo, lo que podría parecer origen de antipatía popular en el pasado, no lo era; y, en segundo lugar, esclarecer las decisivas diferencias que se dan entre las objeciones a la homosexualidad, aparentemente análogas, del pasado y del presente. Por ejemplo, el análisis de las ideas sobre el carácter «antinatural» y «no reproductivo» de la homosexualidad que se presenta en el capítulo I no tiene por objetivo el defenderla de tales críticas, sino proporcionar una perspectiva más clara sobre las objeciones específicas más comunes que le han dirigido los escritores de la Antigüedad y de la Edad Media (así como, por ejemplo, en un texto sobre las ideas de la alquimia medieval podrían emplearse datos científicos actuales para demostrar la viabilidad de las teorías o de los procedimientos de la alquimia). Lo que produzca en ciertos lectores la impresión de un punto de vista partidista es, ante todo, la ausencia de las actitudes negativas que sobre este tema se dan por doquier en el Occidente moderno; tras un período extremadamente largo y ruidoso, un silencio repentino puede resultar ensordecedor.

Puesto que el material del que se ocupa este volumen comprende tanto un amplísimo arco geográfico y temporal, como multitud de problemas muy específicos y de carácter técnico, no ha resultado fácil proporcionar un aparato erudito para uso de todos aquellos que pudieran desearlo y, no obstante, redactar un libro accesible al lector general. Quizá los especialistas se sorprendan ante explicaciones aparentemente obvias de ciertos hechos o materiales, y tal vez los no especialistas pudieran encontrar difícil la comprensión de notas densas e intrincadas. La minoría a la que interesen los refinamientos de la lexicografía bíblica estará familiarizada con los matices de la poesía hispanoárabe, y puede que mucha gente con gran interés en las 8 áreas de la intolerancia o la homosexualidad en términos generales tenga un conocimiento muy limitado de cualquiera de los aspectos de la historia medieval. Se han hecho todos los esfuerzos para que el texto resulte legible, se explique por sí mismo y se centre en los problemas principales. En la medida de lo posible, todas las consideraciones puramente técnicas y lingüísticas se han remitido a notas o a apéndices. Se han insertado breves introducciones a aspectos pertinentes de algunos de los períodos y de las culturas involucrados, con la esperanza de que –al margen del fastidio o la distracción que procuren a los historiadores– sirvan a los lectores de otras disciplinas como instrumentos auxiliares de comprensión.

A este respecto, las citas han sido especialmente fastidiosas, puesto que las incoherencias que podrían incomodar a los especialistas podrían también permitir la localización más fácil de los pasajes a quienes estuvieran menos familiarizados con la misma literatura. Por esta razón se ha citado la mayor parte de las obras de la manera más familiar o reconocible, incluso cuando para ello hubiera que recurrir al uso errático de títulos extranjeros o ingleses para el mismo autor (por ejemplo, Plutarco), y muchas veces se han preferido ediciones más populares (por ejemplo, la Patrología) a versiones mejores y más modernas de los mismos textos. Únicamente se han hecho esfuerzos para tratar problemas textuales cuando el texto mismo se refiere a problemas históricos.

Por razones que luego se explicarán, ha parecido esencial consultar todas las fuentes en su versión original, incluso cuando existan traducciones modernas. Todas las traducciones que se brindan en el texto, excepto cuando se especifique lo contrario, son mías, y me he esforzado en que fueran lo más precisas y fieles posibles, al extremo de emplear, llegado el caso, un lenguaje obsceno. Tal vez en este contexto se pudiera modificar el aforismo medieval según el cual «citar la herejía no es ser hereje», y afirmar que citar la obscenidad no es ser obsceno. De todos modos, sería presuntuoso suponer que los lectores no pudieran juzgar por sí mismos este tipo de material sin la intervención de la censura de los historiadores. La trascripción del material literario, incluyendo la poesía, se ha hecho teniendo la claridad y la precisión literal como preocupaciones principales, pero no me he esforzado en reflejar los matices literarios a menos que éstos iluminaran las cuestiones directamente relacionadas con el tema.

Quizá sea necesaria una breve explicación de la relativa ausencia de material sobre las mujeres. La mayor parte de las fuentes de esta historia (como de casi todas) fue escrita por hombres acerca de hombres, y cuando tratan de mujeres, lo hacen de un modo periférico. Siempre que fue posible, se han citado ejemplos relativos a las mujeres, y se ha hecho un esfuerzo por tomar en consideración los correlatos femeninos de los aspectos científicos, filosóficos, religiosos y sociales de la homosexualidad masculina, pero nadie podría, sin una deliberada distorsión, compensar la abrumadora desproporción de datos concernientes a la sexualidad masculina y femenina.

La investigación para este libro dio comienzo hace una década, y sería imposible recordar ahora a todos aquellos que contribuyeron de alguna manera a su preparación. Tengo una deuda incalculable con Ralph Hexter, quien me prestó su asistencia práctica en cada fase de la empresa, leyó varias veces todo el manuscrito, me aportó valiosas críticas y me suministró información sobre muchos temas; en el dominio de la literatura, por ejemplo, me llamó la atención sobre la existencia de los poemas «Ganimedes y Hebe» y «El clero casado», que se publican aquí por primera vez. No hay suficientes palabras de agradecimiento para expresar mi gratitud por su asistencia o para advertir a los lectores de la magnitud de sus contribuciones.

Varios colegas, sobre todo James Weinrich, de Harvard, Douglas Roby, de Brooklyn College y John Winkler y James Rodman, de Yale, contribuyeron generosamente con su tiempo y su conocimiento, por lo que les estoy muy agradecido. También guardo una deuda para con mis estudiantes de Yale, tanto graduados como no graduados, especialmente a Ruth Mazo por su estudio sensible y erudito sobre Aelredo de Rievaulx; a Richard Styche por su obra sobre el derecho islandés, y a Frances Terpak y Vasanti Kupfer por su asesoramiento y colaboración en la localización de materiales relativos al arte medieval.

Deseo también agradecer a David Frusti y a Libby Berkeley por su ayuda, más práctica, pero no menos importante; al Council on the Humanities de la Universidad de Yale por la subvención que me otorgó por intermedio de la A. Whitney Griswold Faculty Research Fund; y a los bibliotecarios y archiveros de la Bayerische Staatsbibliothek de Munich, la Karl Marx Universitat de Leipzig, el Gonville and Caius College de la Universidad de Cambridge, la Bodleian Library de la Universidad de Oxford y el Archivo de la Corona de Aragón, de Barcelona.

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